Cuando Juan Ramón Quintana, siendo todavía capitán de Ejército, asistía a la legendaria Escuela de las Américas, aquella que ha sido tildada por muchos, como “el instituto básico para golpistas y torturadores”, muchos activistas de izquierda, algunos de los cuales lo acompañan hoy en la conducción del Gobierno, hacían campaña en muchas capitales de América Latina para que las Fuerzas Armadas norteamericanas clausuren ese centro de entrenamiento donde, entre otras ideas, habría surgido el famoso “Plan Cóndor”. El becario de la que fue apodada por muchos como “la escuela de asesinos”, se mimetizó luego entre los demócratas que condujeron el país después de 1982 y más tarde apareció reciclado acompañando en primera plana a Evo Morales. Ninguno de los integrantes del Gobierno le ha reprochado jamás por sus antecedentes, porque seguramente no conocen los estragos que hicieron en Bolivia y otros países los becarios de “la escuelita”. Afortunadamente hay todavía quienes tienen ganas de luchar por la democracia y la vigencia de las libertades y para ello reciben apoyo de organizaciones que creen en el Estado de Derecho y que no quieren más becarios como aquellos que sembraron terror en el continente. A Juan Ramón Quintana le molesta ese otro tipo de apoyo.
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