Juan Ramón Quintana ingresó al salón principal del Palacio Quemado
casi a los gritos, con el puño izquierdo en alto y en medio de los
vítores del público. Parecía la entrada triunfal de una estrella de
fútbol, del “Messi del proceso de cambio”, el iluminado capaz de sacar
del pozo al Gobierno de Evo Morales. Estaban a punto de devolverle el
puesto de Ministro de la Presidencia que parece haber estado añorando
durante los últimos dos años.
En el 2009, cuando las denuncias de corrupción y los métodos violentos
de actuar del ex capitán de ejército obligaron a Evo Morales a retirar
a Quintana del gabinete, éste se ufanó en público de haberle salvado
el pellejo al presidente, cuando en el 2008 y de acuerdo a sus
palabras, la oposición estuvo a punto de poner de rodillas al líder
cocalero. Recientemente, el presidente Morales hizo saber al país lo
grave que se le ha puesto permanecer en el poder. Dijo que la marcha
de los indígenas del TIPNIS lo querían derrocar y tal vez eso explica
por qué los reprimieron con tanta ferocidad. En su discurso del 22 de
enero, también confesó que temió ser linchado por los originarios que
llegaron hasta La Paz.
A los sentimientos y delirios del presidente hay que sumarle hechos
muy concretos, como la caída estrepitosa e irrecuperable de su
popularidad, el incremento de los conflictos, el cambio radical de sus
frentes de confrontación, sus nuevos enemigos, entre los que hay cada
vez más indígenas que lo llaman mentiroso y que se organizan para
hacerle oposición, sin duda alguna, la más dura y genuina desde la
desaparición del Conalde. Los intentos de diálogo de Evo Morales
fueron un fracaso, ya lanzó el guante del Revocatorio y nadie quiso
recogerlo. ¿Podrá salvarlo Quintana? ¿Podrá llevarlo hasta el 2014 con
probabilidades de ganar con la amplitud que necesita la construcción
de su hegemonía.
Están de moda las comparaciones. Evo Morales dijo que las “Bartolinas”
son las “Barzolas” del MNR y que su cuello estuvo a punto de correr la
misma suerte de otro emenerrita, Gualberto Villarroel. Tampoco se
puede dejar de comparar el retorno de Quintana al gabinete con lo que
hizo Gonzalo Sánchez de Lozada en el 2003, quien depositó el destino
de todo su gobierno en un solo hombre, Carlos Sánchez Berzaín, otro
guerrerista y con las mismas actitudes facinerosas que el denominado
“Mariscal de El Porvenir”.
Un inicio muy anticipado de la campaña electoral o tal vez el
atrincheramiento de un Gobierno que ya está oliendo el año que se le
avecina, mucho peor que el 2012. De cualquier forma, a la
administración de Evo Morales ya no le queda más que hacer política,
no tiene tiempo para otra cosa y muchos están convencidos de que no
sabe hacer más que eso. Con el nombramiento de Quintana y por
supuesto, de otros operadores que están dispuestos a disparar con
munición gruesa (la nueva ministra de Comunicación ya no disimula y
anuncia la Ley Mordaza), Evo Morales está terminando de acorralarse.
La misma gente que lo llevó a la situación que hoy lo agobia es la que
le ha prometido sacarlo del atolladero. Otra vez lo van a mandar a
pelearse con todos, con las regiones, con los indígenas, con Estados
Unidos y con los empresarios.
Sólo la desesperación que puede sentir hoy el presidente es capaz de
explicar el peligroso movimiento que acaba de realizar y que puede ser
el último.
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