El vicepresidente asegura que el 2011 fue un buen año para el Gobierno. Para Álvaro García Linera, un ferviente seguidor de las ideas de Nicolás Maquiavelo, eso significa seguramente haber conseguido mantenerse en el poder, pese a todo.
La calificación del vicepresidente contrasta radicalmente con la opinión generalizada en el país que concluye que el año pasado fue el peor año para la administración que conduce Evo Morales y que el este 2012 podría ser peor aún, en términos de conflictividad, narcotráfico, problemas económicos y de ataques al sistema democrático.
Semejante diferencia de opiniones no hace más que marcar cada vez con mayor nitidez, el proceso de alejamiento que está viviendo el “proceso de cambio” respecto de la realidad del país y de la ciudadanía, que en reiteradas ocasiones le renovó el apoyo popular al MAS. La visión de García Linera no es más que el reflejo de la pronunciada esquizofrenia que suele atacar con mucha fuerza a quienes se obnubilan con el poder. Adónde nos puede llevar semejante trastorno de nuestros gobernantes que han perdido toda noción de la realidad.
Los que afirman que el 2011 fue un mal año para el país y para el Gobierno, lo dicen porque la gestión empezó muy mal, con un gasolinazo revertido que dejó tambaleante al Poder Ejecutivo. El incremento en el precio de los carburantes se decretó porque, según el presidente Morales y sus ministros, aseguraron que (textual) “el país se estaba desangrando” por culpa de los subsidios. Se levantó la medida y prometieron buscar alternativas para evitar que continúe la sangría que ya supera los mil millones de dólares anuales. No se hizo nada por buscar una solución y en cambio, se agravó el problema con la aprobación del ingreso al país de más de 120 mil autos de contrabando. Si eso fue bueno para el vicepresidente, habría que esperar más de lo mismo para la presente gestión.
El 2011 fue muy malo para el Gobierno porque se descubrió, a través de la detención del general René Sanabria, que el narcotráfico ha penetrado en lo más profundo de la estructura gubernamental. Pese a ello, las autoridades siguen negándose a reconocer la gravedad de este problema, no quieren admitir que hay cárteles mexicanos y colombianos tomando posiciones claves en el país y se niegan a cooperar con la comunidad internacional –especialmente con Brasil- en el combate a las drogas. El presidente pretende, en cambio, mantener su política de expansión de los cultivos de coca, legalizar los cocales del Chapare y extenderlos hacia el parque Isiboro Sécure, de ahí su insistencia con la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos. La pregunta es en qué se convertirá Bolivia a este ritmo. A nivel internacional el país está marcado como el principal proveedor de cocaína de Sudamérica y como un gran centro de lavado de dinero.
A lo mejor no se trata de un trastorno o de una diferencia de visiones. Es posible que esos sean precisamente los objetivos del MAS para Bolivia y por eso el calificativo del vicepresidente. Si para él, el 2011 fue bueno, debemos esperar más persecución política, más incentivo de la división interna y de la fragmentación política del país, más destrucción del aparato productivo, más importaciones de alimentos e hidrocarburos, más inseguridad jurídica, más acciones que ahuyentan las inversiones, más rentismo, más de la economía extractivista que nos está condenando a una mayor dependencia, más derroche, más aviones y satélites, más palizas a los indígenas, más autos chutos, más golpes de estado a autoridades elegidas democráticamente, más manipulación de la justica. Y esto recién empieza.
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