Recuerdo una entretenida película en la que el protagonista, Nicolas
Cage, le hacía practicar a su novia la frase “guarde el cambio”,
porque la joven era algo tacaña, pese a que recientemente había ganado
la lotería. En Bolivia, esa expresión no pegaría nunca, pues aquí
estamos acostumbramos a pedir y pedir y lo peor de todo es que cada vez
somos más agresivos a la hora de hacerlo.
Le pedimos a Dios, a la virgencita, todos los santos y por las dudas,
también al ekeko, al “tío” y a todo el que aparezca. El boliviano
siempre ha sido llorón al pedir, manguero y ahora también bloquea,
marcha y hace vigilia. Y muchos de los que exigen, nunca han
demostrado ni siquiera un gesto de dar algo a cambio. Habría que ver
cuántos de los sectores que tanto bloquean en el país, alguna vez han
pagado un impuesto. Empecemos por los cocaleros ¿qué dicen?
El presidente Morales argumentaba el otro día que Bolivia ha dejado de
ser un “país mendigo”. Lo dice porque la chorrera de ingresos por el
gas y la minería ha aumentado lo suficiente como para derrochar de lo
lindo, aunque, paradójicamente Bolivia sigue endeudándose de una
manera peligrosa. El primer mandatario no sólo debería decir toda la
verdad, sino también empezar a enfrentar el problema en casa. Si bien
la mendicidad hacia afuera ha disminuido, la maldita costumbre de
extender la mano dentro del país está en incremento y lo peor de todo
es que la gente ya no pide imposibles, sino también ilegalidades, como
esos dragueros que queman los retenes y a cambio se llevan la vida de
dos niños ahogados en sus pozas de la muerte.
No estaría mal una campaña llamada “Guarde el cambio” para habituar a
los bolivianos a no ser tan amarretes y pedigueños. Los países más prósperos son
aquellos que siempre acostumbraron a su gente a donar dinero y también
tiempo.
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