Se equivocan quienes creen que lo de Yapacaní es apenas un conflicto por el sillón municipal. Hace mucho que en esa zona, colindante con el Chapare, con la reserva de El Chore y con el parque Amboró, es un área de expansión de los cocaleros que responden a órdenes del presidente Morales y que tienen como meta fundamental “cocalizar” todo el norte del departamento de Santa Cruz, donde se encuentra el mayor patrimonio productivo agropecuario (legal) del país.
Yapacaní es un enclave estratégico de la geopolítica de la coca, así como lo es el Tipnis, para expandir los cocales hacia el Beni. Los tres municipios de la provincia Ichilo, a la que pertenece Yapacaní, han sido tomados a la fuerza por el MAS y lo que ha sucedido en los últimos meses, no es simplemente una guerra política entre dos facciones del oficialismo, sino la pelea de dos grupos de colonizadores que buscan tomar el control del negocio de la coca y sus derivados. Recordemos que no hace mucho, muy cerca del lugar que se convirtió en un campo de batalla el miércoles, con un saldo de cuatro muertos, la policía antidrogas encontró más de cien fábricas de cocaína. Eso no es ninguna casualidad, como tampoco lo es el hecho de que el alcalde Carvajal, por quien el Gobierno se jugó por completo y mandó más de 700 policías a reprimir y meter bala, es nada menos que oriundo de Orinoca, el pueblo natal del primer mandatario.
Hace meses que se notaban signos de que la guerra en Yapacaní estaba a punto de estallar y algunos de los ministros de Evo Morales no han hecho más que azuzar el conflicto. De hecho, el primer disparo letal que encendió la mecha el miércoles en Yapacaní, lo habría realizado la propia comandante de la Policía de Santa Cruz, Lily Cortez, según denuncias y reportes de la prensa de personas que presenciaron los hechos. Culpar a la derecha o tratar de afirmar ahora que no había órdenes de disparar es inútil. La sangre derramada el 11 de enero ha sido producto de un acto premeditado, como lo fue la matanza de Huanuni, la toma de Cochabamba, La Calancha, la toma de Pando y muchos otros episodios en los que este régimen ha demostrado un absoluto desprecio por la vida.
“Es la coca estúpido”, podría decir cualquiera que observe detenidamente el trasfondo del problema y lo mismo diría del único propósito que mueve al Gobierno de Evo Morales en estos días. La coca está detrás de la dichosa carretera por el Tipnis y por la coca pelean en La Asunta, donde los cocaleros del bando opuesto al presidente Morales acaban de desalojar un cuartel militar. Es precisamente por la coca, que el Estado Plurinacional organiza una gran cumbre política que presiona por la ruta Villa Tunari-San Ignacio y que propone legalizar los cultivos ilegales del Chapare, además de aumentarlos, por supuesto. Estos conflictos están entrampando al Gobierno, de la misma manera que lo ha hecho el auge del narcotráfico a nivel internacional.
Todos los movimientos estratégicos que hace el Gobierno suponen confrontación entre distintos actores en juego. En Yapacaní apenas se ha encendido la chispa, porque eso puede dar para mucho si es que el régimen de Evo Morales no acepta su derrota. De la misma manera puede venirse un enfrentamiento de características lamentables si continúa insistiendo en ignorar a los indígenas del oriente boliviano. También hay amenazas en los Yungas, de la misma manera que existen riesgos en la confrontación surgida entre tarijeños y chuquisaqueños o entre potosinos y orureños.
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