Evo Morales parece haber cumplido uno de los grandes postulados de la famosa “agenda de octubre de 2003”, pero no deja de quejarse. Aquella vez, la “guerra del gas”, que se cobró más de 60 vidas humanas, levantó la bandera con el sello “gas para los bolivianos”, frase que luego se convertiría en parte de la propuesta del MAS para llegar al poder en el 2005.
El presidente ahora se queja de que posiblemente y en no muy largo plazo, Bolivia se pueda quedar con gas “solo para los bolivianos”. Eso lo tiene muy compungido y ha pedido a su gente moverse muy rápido para conseguir otros mercados externos, en caso de que Argentina y Brasil decidan cancelar sus pedidos.
El primer mandatario debería estar feliz porque, en el caso de que se cumplan sus temores, tendrá gas de sobra para abastecer el mercado interno, cumplir con el Mutún, con las empresas que suspendieron sus proyectos por falta de energía, instalar más termoeléctricas para acabar con los apagones, llenar el país de gas vehicular y terminar de una vez por todas con la novela de los subsidios y las importaciones y, por supuesto, conectar gas domiciliario aquí y más allá para no depender de un combustible caro y subvencionado como el GLP.
Si Brasil y Argentina decidieran cortar sus importaciones de Bolivia, no lo harán solo porque han hecho grandes hallazgos, sino porque la industria gasífera boliviana se volvió poco confiable para ellos. La inestabilidad que produjo la nacionalización los obligó a buscar alternativas y les ha ido tan bien, que hace mucho que están hablando de eliminar la dependencia de Bolivia. Recordemos que “Lula” dijo varias veces que su país compra gas boliviano solo por lástima y Argentina, por un lado firma contratos con Bolivia y por otro lado se asegura la provisión de LNG de Trinidad y Tobago. Hace mucho que Chile tomó sus previsiones y seguramente hoy no se pondrá en primera fila para buscar el gas boliviano.
¿Dónde radica el miedo de Evo Morales? Sin los mercados internacionales, la industria gasífera boliviana podría debilitarse aún más y volverse poco atractiva para las empresas transnacionales que operan en la actualidad, como Repsol y Petrobras. Las actividades hidrocarburíferas tendrían que quedar exclusivamente en manos de YPFB, una empresa que no ha conseguido perforar ni un solo pozo en varios años y que navega en la ineficiencia, el despilfarro y la corrupción. Evo Morales conoce muy bien este problema y sabe que solo el giro al sector privado podría gestar un cambio radical, como se hizo con la capitalización que tanto detesta.
Si quiere seguir vendiendo gas, el Gobierno deberá desarrollar un mercado y eso no se hace con discursos en las plazas ni con anuncios de televisión o con cumbres. Tendrá que desarrollar redes de gas domiciliaria, trabajar en el cambio de matriz energética, cumplir de una vez por todas con las promesas de industrialización, inyectar muchos recursos, subvencionar industrias para que se cambien al gas, llevar el energético a las provincias y un largo etcétera que seguramente le pone los pelos de punta al presidente. El sabe que su Gobierno prometió todo esto y que es incapaz de cumplirlo. Además, si tiene que invertir tanto dinero para el desarrollo de la matriz energética en base al gas, le quedará muy poco de los recursos que hoy recibe como una chorrera de las exportaciones y que dilapida sin control. Se le acabará la cantaleta de las reservas y del socialismo, porque tendrá que tomar las medidas más neoliberales que jamás ha imaginado.
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