Los mafiosos italianos tienen un dicho muy conocido. Dicen que los
máximos placeres de la vida son “poder e fornicare”, algo que
está cumpliéndose a pie juntillas en el Estado Plurinacional, en el
que los gobernantes parecen estar disfrutando de lo lindo. Para
comprobarlo, sólo hay que fijarse en el gran número de casos de
importantes autoridades sorprendidas en sendos jolgorios con abundante
música, curvas y alcohol, que lamentablemente (para ellos) han
terminado en accidentes, tal como ha ocurrido con el alcalde de La
Guardia, sobre quien pesan al menos dos denuncias por abuso sexual y
ahora un escándalo que ha sido descubierto por un accidente
automovilístico no reportado a las autoridades policiales. Los
ejecutivos de YPFB que ahora están presos por serias sospechas de
corrupción no tuvieron tanta suerte cuando sufrieron un percance en
circunstancias nada honorables. Obviamente, los placeres de los
poderosos van a de acuerdo a la jerarquía. No todos los ministros, por
ejemplo, tienen el placer de mentir impunemente y no todos tienen la
inmensa capacidad de mantener bien ocultos y disimulados sus placeres
y en caso de emergencia, contar con la oportuna amnesia de su entorno.
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