¿Para qué sirve un censo? Sirve para construir más escuelas, para
saberlas ubicar mejor, para saber si es necesario más hospitales o qué
enfermedades atacar con mayor eficacia. Sirve para orientar a la gente
sobre cómo producir más, para conocer las necesidades de la población en
todos los sentidos y dirigir adecuadamente las acciones del Estado, de
los sectores productivos, las empresas, las universidades y todos
quienes tienen alguna responsabilidad de trabajar por el bien común.
¿Para qué quiere el Gobierno del MAS hacer el Censo del 21 de noviembre?
La pregunta es absurda, puesto que todo, absolutamente todo lo que ha
hecho el régimen gobernante desde que asumió el poder el 22 de enero de
2006, ha sido orientado únicamente para alimentar y hacer crecer su
aparato político que ha copado la integridad de las instituciones
republicanas. La justicia, el Congreso, la Policía, las Fuerzas Armadas,
los sindicatos, las organizaciones de control y fiscalización, todo es
usado en este momento para apuntalar y capitalizar el poder hegemónico.
Que nadie crea entonces que en Censo va a tener otro sentido que no sea
ese.
El Estado boliviano ha perdido complemente su vocación y su orientación
destinadas a resolver los problemas de la gente, a gestionar respuestas
eficaces contra la pobreza y organizar a la sociedad hacia la
prosperidad individual y colectiva. Como en el pasado, el Estado sigue
siendo un mero instrumento al servicio de unas élites que se dedican al
saqueo y buscan la perpetuación en el poder.
Lamentablemente entre quienes dicen ser opositores tampoco existe una
conciencia clara sobre el verdadero propósito que debe cumplir un censo.
Unos pelean por más representación política, otros buscan una repartija
de recursos más conveniente para su región o para su municipio, todo
dentro de una lógica funcionaria que de la misma forma que lo hace el
centralismo, puja por la acumulación de poder y recursos que se acaban
en la burocracia y en la reproducción de las élites dominantes. Existe
muy poca conciencia sobre la necesidad del cambio de rol del Estado,
cuya función es estimular la prosperidad social y no quedarse en el
papel paternalista que acumula y reparte.
Es obvio que las preguntas engañosas, la creatividad con la que se
inventan etnias y se excluyen categorías culturales tan importantes,
buscan cómo hacer un mal dibujo del país con el objetivo de mantener
vigente no sólo el nuevo stablishment configurado a partir del 2006,
sino también perpetuar el modelo de Estado centralista, la mentalidad
rentista de la población y por sobre todas las cosas, seguir sacándole
provecho a la patraña indigenista que, como se ha comprobado, se ha
vuelto multiuso, pues sirve para mantener una sublime imagen
internacional, para dividir a la ciudadanía, para confrontarla y más que
nada, para configurar un neocolonialismo interno que viola los derechos
humanos y amenaza con trastocar definitivamente el perfil del Estado
boliviano con fines muy oscuros. La instrumentalización del Censo tiene
muy poco que ver con la búsqueda de respuestas al desarrollo material y
humano de Bolivia. Es una herramienta más de los que buscan de manera
enfermiza acrecentar su poder. Naturalmente es una gran oportunidad
perdida para el país de buscar el verdadero camino para salir de la
pobreza.
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