En esto de la coca y el narcotráfico, el Estado Plurinacional lleva ya mucho tiempo y esfuerzo tratando de tapar el sol con un dedo y en ese afán, Bolivia no sólo tiene abarrotados los mercados de cocaína de los países vecinos, especialmente Brasil, sino que acaba de sobrepasar a Colombia como principal productor del alcaloide a nivel mundial.
La producción de drogas en Bolivia comenzó a desbordarse con la llegada del MAS al poder, porque simplemente se inició una estimulación irracional de las plantaciones ilegales de coca que generaron automáticamente una sobreabundancia de cocaína, cuyo potencial es actualmente de 265 toneladas métricas, mientras que en Colombia la capacidad de producción ha caído en un 72 por ciento en los últimos diez años hasta alcanzar las 195 toneladas, lo que deja establecido que una lucha decidida contra este flagelo puede dar buenos resultados. En este momento, de acuerdo a un informe divulgado por el gobierno de Estados Unidos, Perú es el principal productor de cocaína, con un potencial 325 toneladas anuales, un número que incide directamente en nuestro país, que además de gran productor y exportador de mercancía propia, también actúa como territorio de tránsito de la droga peruana.
Lamentablemente, las autoridades nacionales no quieren ver este fenómeno. Seis años atrás, cuando comenzaron las primeras alertas y se observó que el tráfico de cocaína estaba cobrando fuerza, los responsables de controlar esta actividad desviaron la atención hacia la marihuana. Luego vendrían las hermanas Terán, los narco-alcaldes, el narco-amauta, que demostraron que el asunto estaba llegando muy lejos y en lugar de actuar con determinación, el Gobierno decidió expulsar a la DEA, lo que en definitiva le abrió las tranqueras a las mafias internacionales, especialmente de México y de Colombia, cuya presencia también es negada sistemáticamente en círculos gubernamentales. Apenas se admite que la droga que se encuentra en el país es de origen peruano o que las grandes incautaciones de droga no son producto del desborde, sino del incremento de la interdicción. Nadie quiere notar el rebalse y la “pringazón” que estamos viviendo y que ha tocado los más altos círculos del poder.
La reciente publicación de la revista Veja, de Brasil no sólo se complementa muy bien con el informe del zar antidrogas norteamericano, sino también con un extenso reportaje de primera plana del diario The New York Times, que muestra cómo Venezuela es hoy uno de los principales centros de tráfico de cocaína hacia Estados Unidos y otros destinos. Desde hace mucho tiempo se sabe que el narcotráfico tiene protección oficial del régimen chavista, cuyos nexos con las narco-guerrillas de las FARC han sido debidamente probados. Muy pronto se conocerán también los tentáculos del narcotráfico venezolano con nuestro territorio, que ha sido convertido en base de operaciones de los mafiosos colombianos corridos de ese país. La que no se entiende es la actitud contemplativa de Brasil, que viene desde hace años recibiendo toneladas de cocaína boliviana que inunda las grandes ciudades. Se sabe que recién están comprendiendo a cabalidad la gravedad del problema. Y tal vez sea demasiado tarde para actuar con el ímpetu que debió actuarse al principio. Desatar una guerra frontal sólo podría convertir a la zona fronteriza entre Bolivia y Brasil en algo parecido a lo que sucede en el norte mexicano. A ese extremo hemos llegado.
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