Es curioso que el presidente Morales diga que ya no hay más opositores en Bolivia, pese a que hace muy poco el estadio de Santa Cruz se llenó de gente que no simpatiza con el proceso de cambio y que, en todo caso, está alineada con autoridades que el Gobierno pretende sacar del camino como ha hecho con decenas de líderes en todo el país.
El MAS no ha conseguido ganar ni una sola elección en Santa Cruz, sin embargo, es erróneo pensar que su poder no le alcanza para mantener bajo su control a la que ha sido la abanderada de la resistencia contra el autoritarismo que se llevó por delante a los gobernadores de Tarija y Beni, donde el oficialismo tampoco había conseguido una genuina y legítima victoria en las urnas.
También es curioso que se diga que en Santa Cruz todavía existe lucha por la democracia, cuando casi de forma paralela a las manifestaciones en defensa del voto, en la Alcaldía Municipal se perpetraba un golpe de Estado al que solo le faltó el cambio de mando principal, cosa que no tardará en producirse, según analistas que critican la abrumadora falta de consistencia y de apego a los principios de las autoridades, intelectuales, empresarios y líderes locales.
El Concejo Municipal se ha pasado más de dos meses sin funcionar, lo que quiere decir que el control y la fiscalización, bases fundamentales de una administración democrática, han desaparecido de la entidad, como sucede con todas las instituciones estatales que están bajo el mando del MAS. En este contexto, no tardarán en aparecer los escándalos de corrupción que caracterizan a la administración central y obviamente el caos y la desorganización que imperan en todos aquellos municipios en los que se ha impuesto la inestabilidad.
Ya no queda duda que detrás de esta vergonzosa capitulación existe una mentalidad mercantilista de corto plazo, que busca la manera de acomodarse con el poder y gozar de los beneficios económicos que este puede acarrear a unos grupos. De esa manera, Santa Cruz se va de bruces hacia un vacío de liderazgo, antesala de lo que se denomina como “vacío cultural”, que es la pérdida de valores y principios que permiten que una sociedad prospere desde el punto de vista material, pero al mismo tiempo perfile una identidad basada en la libertad y la sostenibilidad de su desarrollo integral.
Es inaudito que quienes aboguen por el abandono de las grandes causas que han impulsado el espíritu luchador de Santa Cruz, digan abiertamente que ya no existen razones para seguir insistiendo en la autonomía y en la profundización de la democracia, porque los que importan son los factores económicos, que se encuentran en estado saludable, gracias a la bonanza de las materias primas y, por supuesto, a la economía ilegal que también genera un efecto multiplicador en la región más dinámica del país.
Los que miran la realidad con semejante miopía, olvidan que justamente Santa Cruz ha crecido de manera diferenciada al resto del país, porque ha sabido crear un modelo sostenible, más diversificado y alejado del paternalismo estatal que genera dependencia, fragilidad y falta de competitividad. Al pensar de esa manera, la región está rifando su futuro, para convertirse en un componente más de este país desagregado del que nutren los politiqueros y los narcotraficantes.
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