Recientes anuncios sobre el crecimiento de Bolivia en el 2013, cuya tasa superará al promedio de América Latina, han provocado algarabía en el Gobierno nacional, al extremo que el ministro de Economía, Luis Arce Catacora ha expresado que nuestro país está mucho mejor que Perú, un país que ha descollado en la última década, al haberse convertido en un polo productivo que sigue los pasos de Chile y de Brasil.
Según las proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo dependiente de la ONU, el promedio de crecimiento en el continente será de 3,8 por ciento, mientras que el PIB de Bolivia será del 5,2 por ciento, 0,2 por ciento por encima la cifra alcanzada este año.
El crecimiento de un país siempre es bueno, aunque conviene detenerse en los detalles antes de lanzar petardos y vítores, puesto que crecer no es lo mismo que engordar. El hecho de que Bolivia supere a Brasil (4%), México (3,5%) o Chile (5%), no significa que mañana vamos a estar mejor que esos países como lo sugiere el ministro. En ese caso, Haití, cuyo crecimiento será del 6 por ciento en el 2013 podría decir lo mismo.
El ministro sabe que en una economía chica como la boliviana, un solo proyecto productivo puede afectar el comportamiento general. En el 2008, por ejemplo, Bolivia creció en un 6,15%, gracias a la implementación del megacomplejo minero de San Cristóbal, responsable de casi el 50% del PIB. En la gestión que culmina y también el año que viene, las cifras serán notoriamente afectadas gracias al incremento de un 40% de las ventas de gas a Brasil y Argentina.
En el caso de San Cristóbal y todo el auge minero que vive Bolivia, el responsable del éxito es el dinamismo de las economías asiáticas y los países emergentes que cada día alcanzan niveles más grandes de industrialización y de diversificación y de esa manera fomentan una bonanza de precios en economías primarias como la nuestra. Eso también ocurre con el gas natural, sobre todo en el caso brasileño. En lo que respecta a Argentina, solo nos queda agradecer la torpeza con la que se nacionalizó la petrolera YPF, que ha conducido a una caída en la producción interna de hidrocarburos y por lo tanto, un aumento de la demanda de gas importado de Bolivia.
Lamentablemente, en ninguno de los dos casos, ni el minero ni el hidrocarburífero,el aumento de la producción significa un incremento significativo del empleo, tampoco hay señales de industrialización y diversificación y lo que es peor, en el caso de la extracción de metales, el retorno impositivo es mínimo, lo que deja a Potosí y Oruro, los dos grandes emporios mineros en la misma pobreza de siempre. A esto hay que agregar que mientras Bolivia inyecta dinamismo con su energía a sus vecinos, las necesidades internas de gas siguen insatisfechas.
Obviamente, lo que sí da para festejar con cohetes y champagne, es la impresionante danza de dólares que vive el Estado Plurinacional, es decir el Gobierno, que no halla dónde instalar canchas de césped sintético, coliseos y plazas, las obras estrella de este régimen que busca también la manera de gastar los excedentes en obras faraónicas y elefantes blancos como museos, aviones, helicópteros y satélites, al igual que invertir en eventos simbólicos como el del Lago Titicaca o el partido de fútbol que se jugará próximamente en el estadio de Boca Juniors de Buenos Aires.
La algarabía del ministro Arce es tal que lo llevó a lanzarse a los brazos de Wall Street para adquirir una deuda innecesaria para un país está nadando en dólares. “Cuidado, también se puede morir de éxito”, decía hace algunos años el jefe del Gobierno español, Felipe González, cuando les recomendaba a sus compatriotas a ser más responsables con el dinero. Hoy en España todos recuerdan ese consejo.
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