La reprimenda del presidente Morales hacia los embajadores bolivianos acreditados en diferentes partes del mundo, más allá de la anécdota y el bochorno, refleja un elemento preocupante para el Gobierno del MAS: el fuerte deterioro de la imagen del “proceso de cambio” a nivel internacional.
El primer mandatario es un viajero frecuente y no cabe duda que ha podido percibir de primera mano que la imagen que proyecta su Gobierno en el mundo ya no es la misma que al principio de su mandato. Es más, el motivo de tanto enojo con los representantes diplomáticos podría estribar en que, su propio perfil como jefe de Estado, como gobernante de origen indígena y como líder popular, se encuentre malgastado, hecho que tal vez ha percibido en los más recientes recorridos realizados en Europa, donde el ascenso de Evo Morales tuvo amplias repercusiones y un amplio caudal de apoyo.
Como se sabe, gran parte de los esfuerzos realizados por el régimen que se inició en enero del 2006, fueron conducidos hacia la consolidación de un perfil fortalecido en el extranjero, a través de una política denominada “diplomacia de los pueblos” que consiguió un enorme apoyo en distintos foros internacionales. Esto indica claramente, a diferencia de lo que pueden repetir algunas voces particulares, que las relaciones internacionales son una clave que nadie puede descuidar y que para el MAS ha sido de vital importancia, pese a que la Cancillería no ha podido estructurar una base de acciones coherente y sostenida. De todas formas, gracias a la figura presidencial, a su discurso y su legitimidad, nadie puede dudar que se anotaron éxitos notables, sobre todo en el plano mediático.
Nadie más que el jefe de Estado puede saber hasta dónde ha llegado el desgaste, pues nadie más que él asiste a algunos eventos y mantiene contacto directo con grandes personalidades. Por lo visto la semana pasada en el encuentro con los embajadores, la situación parece delicada, pues no se puede explicar de otra manera el gesto iracundo del mandatario.
Si bien los embajadores pueden ayudar a mejorar la situación, como dijo el presidente, asumiendo de manera militante el discurso oficial, lo más probable es que los hechos que ocurren todos los días dentro del país sean los responsables de la caída de la imagen. Y lamentablemente la lista de “culpables” es demasiado grande: desde el caso Sanabria, que tumbó el velo del Estado cocalero y lo transfiguró en otra cosa, hasta el caso Ostreicher, que ha adquirido tintes cinematográficos, con estrella de Hollywood incluida, ha corrido demasiada agua por debajo del puente y ahora toca recogerla.
Las relaciones con Brasil, deterioradas por el narcotráfico y la situación del senador Pinto; la inseguridad de las inversiones, las tomas de minas extranjeras, el caso Rózsa que repercute en algunas naciones europeas; la triste situación de los indígenas del TIPNIS, calumniados, reprimidos y sometidos a una trampa; el derrumbe del discurso ecologista; la mentira de la transparencia y lucha contra la corrupción… Todos estos son elementos que han comenzado a calar muy fuerte en el exterior y por supuesto, tiran abajo el concepto del “cambio” que todos esperaban que se produzca en Bolivia. Y esta caída no la van a reparar los embajadores, por más que se esfuercen e incluso renuncien a sus propias ideas y pensamientos como se les ha solicitado.
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