En todas las escuelas de periodismo enseñan que no es noticia que un perro muerda a su dueño, sino al revés. Lo interesante es que “el dueño muerda al perro”. Por eso es que cada vez que se estrella un avión y cuando un político se roba la plata del pueblo, todos los medios publican estos hechos en grandes titulares, lo que provoca la queja de algunos críticos que observan la mentalidad carroñera de ir siempre detrás del mal olor, como si no existieran las “buenas noticias”.
El otro día, un policía de Nueva York se volvió famoso después de que alguien grabó con su teléfono celular el momento en que le regalaba sus zapatos a un indigente que dormía en la calle. Aclaro que en este caso no intervino ningún “malicioso periodista” ya que la noticia “voló” por las redes sociales por iniciativa de ciudadanos comunes y corrientes. Así llegamos a la conclusión de que a la gente le gustan las rarezas y mucho mejor si son positivas.
Estamos acostumbrados a escuchar que los policías, de aquí, de allá y de más acá, son unos abusivos, violentos, tales y cuales y obviamente son famosos también los videos que los muestran aplicando soberanas pateaduras a sus prisioneros. No voy a discutir aquí sobre la conducta periodística porque yo soy juez y parte, y en esta columna, como en todo lo que publicamos los comunicadores, siempre tenemos la última palabra.
Lo que no debo dejar de lamentar, sin embargo, es que la ciudadanía considere una rareza la buena actuación de un oficial, cuando en realidad esta debería ser la regla. Señalar lo negativo tiene su lado bueno y es no acostumbrarse, por ejemplo, a que el Gobierno esté conformado por bandas de extorsionadores y para que, cuando aparezca un honesto no lo veamos como bicho raro. Los “bichos raros” deben ser siempre los malos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario