El Gobierno boliviano ha hecho lo que Brasil intenta que hagan todos los países de América del Sur, es decir, alinearse en la dirección de su liderazgo, que en este momento pasa por el contexto del Mercosur, una instancia que ha perdido su horizonte económico, pero que se ha convertido en un núcleo político de convergencia regional bajo la batuta de Itamaraty, que ha recuperado importantes posiciones tras el declive de Hugo Chávez y el desmoronamiento de las iniciativas de integración creadas bajo su influencia, especialmente el ALBA y Unasur.
El régimen nacional ha buscado la forma cómo superar el momento difícil por el que atraviesan las relaciones bilaterales, fisuradas desde el ultraje a Petrobras en el 2006 y mucho más afectadas luego de que Brasilia decidió hace seis meses concederle refugio político al más aguerrido de los opositores de la administración Morales, el senador Róger Pinto, quien espera en la embajada brasileña en La Paz, la entrega de un salvoconducto para trasladarse al vecino país. A esto hay que agregarle también la molestia que existe en el gobierno de Dilma Rousseff por las constantes reticencias de Bolivia a mejorar la cooperación en la lucha contra el narcotráfico, un tema en el que los brasileños acaban de adoptar una posición muy firme.
Pese a que, como se mencionó, Bolivia ha lanzado dulces para los oídos brasileños, aún a costa de poner en peligro el comercio exterior boliviano, que depende en gran medida de la Comunidad Andina, Brasil acaba de lanzarle una respuesta que las autoridades nacionales no esperaban, al menos no con la rispidez con la que se ha pronunciado la embajada brasileña en La Paz.
El vocero de la representación diplomática, Eduardo Pases Saboia, dijo que el ingreso de Bolivia al Mercosur es importante para la integración, pero desde el punto de vista de su país, antes se deben resolver temas muy importantes y que han estado entorpeciendo las relaciones de buena vecindad no solo con Brasil sino con otros países de la región, que además son socios del bloque comercial.
Pases Saboia citó varios puntos de una espinosa agenda que ha provocado tensiones, entre ellos, las tomas de tierras, el robo de vehículos y el narcotráfico. En tono de queja, el representante dijo, en relación al conflicto por los autos “chutos” que “el Gobierno boliviano se comprometió a devolver los vehículos recuperados, pero hasta ahora nada”. También indicó que durante los últimos meses, los agricultores brasileños que han hecho importantes inversiones en el departamento de Santa Cruz, han sido blanco de avasallamientos de sus tierras y deben soportar inseguridad jurídica que pone en peligro actividades productivas. Se sabe que la embajada brasileña ha estado haciéndole un seguimiento muy cercano a estos casos y en este sentido, se han producido quejas sobre una supuesta permisividad de las autoridades nacionales con los invasores de las haciendas.
El diplomático ha dicho que si no se resuelven estos aspectos, podría ocurrir lo mismo que Venezuela, que pasó varios años hasta que pudo incorporarse al bloque. “Tenemos que llevarnos bien, pero hay que hacer un sinceramiento y enfrentar los problemas, no ponerlos debajo de la alfombra”, dijo Pases Saboia, en una clara alusión a las motivaciones políticas que se esconden detrás del pedido boliviano de ingreso al Mercosur. Esta posición pone en aprietos a Gobierno nacional, cuya misión es redoblar sus esfuerzos por combatir el crimen organizado, sobre todo después de constatar que éste también se ha enquistado dentro del propio régimen.
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