jueves, 5 de mayo de 2011

Educación y cultura

La visita a Bolivia del prestigioso periodista argentino Andrés
Oppenheimer puso de moda hablar de educación. El autor del libro
“Basta de Historias” propone a los países atrasados dejar de hacer
experimentos  con la política y la economía y concentrar sus esfuerzos
en la articulación de un modelo educativo que permita insertar a las
naciones en la era del conocimiento, cuya principal característica es
el uso de las nuevas tecnologías, capaces de desarrollar la
creatividad de las personas, promover la competitividad y poner a las
sociedades en sintonía con el insumo más valioso de la globalización:
la innovación.
El escritor propone ejemplos muy claros de pueblos que en una pocas
décadas han podido alcanzar niveles de prosperidad notables gracias a
esta “receta”, mientras que otros, parecen condenados a vivir
rezagados, achacando de todos sus males a oscuras etapas del pasado o
a la influencia de factores externos sobre los cuales descargan todo
su odio y, lamentablemente, toda su energía.
¿Sirven para Bolivia estas recomendaciones? Obviamente que sí y todo
indica que además, están disponibles los recursos para iniciar una
verdadera revolución educativa. El Gobierno está gastando más de 300
millones de dólares en la compra de un satélite que quedará obsoleto
en apenas 15 años, dinero que pudiera ser invertido más bien, en
repartirles computadoras a los niños de las escuelas de los barrios
pobres y del campo o en la dotación conexiones gratuitas de internet,
como lo han hecho ciudades y países que aún no salen de su asombro por
la capacidad de la gente para adaptarse a estas nuevas herramientas y
por el poder multiplicador económico y social que posee el uso de las
tecnologías de la información y la comunicación.
La aplicación del nuevo modelo supone naturalmente un gran cambio de
mentalidad, tanto en las élites gobernantes como en la sociedad misma.
En Bolivia supone modificar la estructura cultural, pues se trata
primero, de convencer a la gente que la educación, la capacitación, el
trabajo digno, el ahorro y la creatividad son las herramientas
indispensables para la generación de riqueza y el logro del bienestar
tan deseado. Mientras que el ciudadano común siga convencido que algún
día un iluminado, un mesías, un guía espiritual o algo parecido va a
venir de algún lado a cambiar su historia personal, nadie puede
anticipar un progreso a través de la implementación de nuevos sistemas
de enseñanza. En realidad, en Bolivia han cambiado muchas veces los
modelos educativos. De hecho, ha cambiado el Estado, las leyes, las
instituciones, pero la sociedad persiste en los viejos modelos de
conducta, inspirados en los moldes que les proponen sus líderes.
La “cultura boliviana” no sólo rechaza el trabajo digno, la
puntualidad, el pago de impuestos, el cumplimiento de normas como
requisitos básicos del desarrollo individual y social, sino que está
convencida que es el camino opuesto, es decir la ilegalidad, la
corrupción, el quebrantamiento de las leyes, el bloqueo, el boicot y
la trampa, los únicos caminos posibles para llegar no sólo a mejorar
el nivel de vida, sino a conseguir la notoriedad pública. He ahí el
mejor ejemplo: “Yo le meto nomás por más que sea ilegal, para eso
están los abogados…” Lamentablemente, hoy no es el mejor momento para
convencer a un niño boliviano sobre las bondades de la educación que
propone Oppenheimer. Habría que empezar primero por la cultura.

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