viernes, 22 de junio de 2012

40 años hablando de medio ambiente

La primera gran cumbre por la Tierra se hizo en Estocolmo, Suecia, en 1972. En aquella ocasión ya se insistía en la necesidad de buscar el desarrollo sustentable en el planeta, ante las serias amenazas que estaba generando la explotación irracional de los recursos naturales.

La reunión de 1992 de Río de Janeiro se hizo más famosa porque esa vez fueron lanzadas todas las advertencias y recomendaciones necesarias para que la humanidad no llegue a las circunstancias actuales, es decir, el peligro de su desaparición porque la “madre tierra” ya no es capaz de soportar el ritmo de destrucción a la que ha sido sometida.

En Río 1992, 178 países discutieron sobre nuevos patrones de producción y la necesidad de eliminar componentes tóxicos y residuos contaminantes; se habló de fuentes alternativas de energía para reducir la dependencia de combustibles fósiles vinculados al cambio climático global; se comprometió apoyo al uso del transporte público para reducir las emisiones de los vehículos, la congestión en las ciudades y los problemas de salud causados por la polución. En especial, en Río se lanzó una fuerte advertencia sobre la emisión de gases y la creciente escasez de agua.

El principal logro de la Conferencia de Río fue un acuerdo sobre la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que más tarde llevaría a poner en vigencia el Protocolo de Kyoto, mediante el cual, en 1997, los países industrializados se comprometieron a ejecutar un conjunto de medidas para reducir los gases de efecto invernadero. Los gobiernos signatarios pactaron en el 2005 reducir en al menos un 5% en promedio las emisiones contaminantes entre 2008 y 2012. Estos acuerdos no se han cumplido.

Hay una buena noticia. Desde 1972 a la fecha, la humanidad ha producido todo el conocimiento y la tecnología que podrían solucionar los problemas ambientales y eliminar la amenaza de extinción a la que estamos enfrentados. Casi todo está inventado en relación a energías alternativas que puedan sacarnos de la adicción a los combustibles fósiles, especialmente el petróleo. El problema está en el mercado, en la falta de conciencia y sobre todo, en la ausencia de voluntad de ciertos grupos que ven en el cambio de paradigma una amenaza muy fuerte a sus intereses.

Los que se oponen a dar el paso dicen que los ambientalistas exageran y que su único objetivo es frenar el desarrollo. Esa es la posición que normalmente esgrimen líderes del tercer mundo que llegaron tarde a la revolución industrial o que jamás la verán pasar pero que gozan con la venta de productos extractivos a los países que sí pudieron alcanzar la industrialización. A estos últimos, como es el caso de China, por ejemplo, parece importarles un bledo el tema ambiental y solo tratan de aprovechar el “cuarto de hora”.

Los más duros de roer son aquellos países dominados por la industria petrolera, con el poder y el dinero suficientes para controlar a todos los demás y por supuesto, llevar la batuta del discurso destinado a mantener intacto el esquema de desarrollo. Es por eso que lo que hable Evo Morales o lo que diga Estados Unidos en la Cumbre de Río+20 forman parte del mismo proyecto y en el fondo están defendiendo lo mismo, sin posibilidades de generar buenas expectativas sobre los resultados de la reunión que se lleva adelante en Brasil.

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