viernes, 8 de junio de 2012

No estorbés

En Ramafa, el barrio donde me crié, cuna de figuras del fútbol de la talla de Marco Etcheverry, la muchachada se dividía en dos: los que sabían dominar la pelota y los “buenos alumnos”, apodo que nos ponían a los “pataduras”, porque supuestamente andábamos metidos en los cuadernos y las tareas y no teníamos tiempo para andar en los potreros detrás del balón. Aún así, cuando no alcanzaba para formar los equipos, los habilidosos del fútbol nos metían en sus filas y la única indicación era: “no estorbés”.

Recuerdo que mi hermano mayor solía darme una sola misión en cada juego: “marcalo a ese”, “no te salgás del área”, “quedate adelante” y de pronto yo sentía que aportaba al equipo y que por lo menos servía para estorbar a los rivales. 

Así es en el campo. Allá todo sirve y nada estorba. Hasta los opas son útiles y terminan volviéndose “vivísimos” porque se les busca oficio, aunque sea para los mandados, para vigilar la puerta y avisar quién sale y quién entra. Hay uno para atender las gallinas, otro con fuerza bruta para las tareas más pesadas y también los que no salen de la casa y se dedican a lavar y planchar. La clave está en el que dirige el equipo y se encarga de que nadie quede estorbando. 

A veces, cuando estoy en las rotondas, donde no hay el policía que guíe el tráfico, me doy cuenta que muchos conductores son muy propensos a estorbar y se meten delante de uno solo por el gusto de trancarle el paso. En el fondo hay una mentalidad negativa y pesimista que está presente en la mayoría de los bolivianos que no avanzamos y tampoco dejamos que lo haga el otro. Son aquellos que ven “imposibles” a cada paso y se dedican a bloquear. Para ellos, Albert Einstein tenía una frase: “Los que dicen que es imposible, no deberían molestar a los que lo están haciendo”.

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