La directora nacional de la Aduana, Marlene Ardaya, les ha llamado la
atención a los directivos de la Cámara de Exportadores (CADEX) por no
haberle avisado a tiempo sobre las grandes cantidades de derivados de
soya que pasan todos los días de contrabando hacia el Perú a través de
la localidad de Desaguadero, en el departamento de La Paz.
Un reportaje de El Día ha mostrado cómo la harina de soya y otros
derivados como el aceite pasan la frontera a plena luz del día y a la
vista de todos. No se trata de cargamentos pequeños, sino de grandes
volúmenes de la mercadería envasada en bolsas de un quintal, que además
tiene que atravesar todo el camino desde Santa Cruz para llegar hasta el
punto donde se consuma el acto ilegal. Los contrabandistas están
organizados de acuerdo a un código muy estricto con una estructura muy
parecida a la de los sindicatos que combaten la competencia y se
encargan de la vigilancia. Si las autoridades no ven lo que está
ocurriendo es porque algo anda muy mal.
Como se sabe, la exportación legal de soya y sus derivados tiene fuertes
restricciones en el país por decisión del Gobierno, pese a que con
menos del 20 por ciento de la producción se abastece el Mercado interno.
En el Perú, donde hay una gran demanda insatisfecha, la tonelada de
soya tiene un precio de 161 dólares por encima del que se paga en
Bolivia. Demás está decir que el Estado pierde una gran cantidad de
recursos por este comercio irregular y sobre todo, atenta contra la
producción, la generación de empleos y la consolidación de mercados
importantes para el país.
De consolidarse y prosperar este tipo de informalidad, se estaría
poniendo en peligro una inmensa cadena productiva que ha tomado más de
tres décadas para construir y se ponen en riesgo importantes mercados,
ingresos cuantiosos en impuestos y sobre todo, decenas de miles de
empleos que dependen directa e indirectamente del cultivo y la
industrialización de la soya.
Llama la atención y más que nada, lleva a la sospecha, la actitud de la
Aduana, no solo por el supuesto desconocimiento de este fenómeno, sino
porque se trata de un problema antiguo que no es atacado con la
suficiente energía. No se trata de contrabando “en mamaderas” como
alguna vez se denunció y tampoco de grupos que se amparen en las
penumbras, sino de grandes organizaciones que gozan de la permisividad
oficial que perjudica en un ciento por ciento a los productores de Santa
Cruz que nuevamente tienen al frente otra acción abiertamente
conspirativa que los pone bajo una espada de Damocles.
La directora de la Aduana ha tenido algunas intervenciones atinadas en
relación al combate al contrabando, por lo que llama la atención que
haya reaccionado de esta manera frente a la denuncia realizada por la
prensa. Se espera que una vez se haya dado por notificada, hará todo lo
que sea necesario para frenar esta acción tan ilegal como nociva para el
Estado y la economía nacional. La guerra hacia el comercio ilegal no es
solo un problema arancelario, pues compromete a importantes sectores
del quehacer nacional.
Combatirlo es defender la industria, es proteger el empleo y proyectar
una sociedad con mejores armas para luchar contra la pobreza y la
inequidad. La informalidad que algunos tratan de promover solo nos
conducirá a la reproducción de la miseria o cuando mucho, a disfrazarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario