viernes, 22 de junio de 2012

Ametex, otra víctima del "cambio"

Una empresa ícono de industria textil de Bolivia podría cerrar sus puertas y dejar en la calle a por lo menos cinco mil personas que dependen de forma directa e indirecta. Las razones que han llevado a la crisis a esta compañía son también muy emblemáticas en estos tiempos de cambio.

Decimos que Ametex es un símbolo, no sólo porque es la más grande del país, sino porque, instalada en El Alto, llegó a producir su  propia materia prima, crear una escuela y su propio esquema de producción de prendas de vestir y de esa forma conquistar altos estándares de calidad que le permitieron posicionarse en exigentes mercados internacionales como el de Estados Unidos, elaborando piezas de la marca Polo y otras.

Antes de que se suspendan las preferencias arancelarias contempladas en la ley ATPDEA, Ametex exportaba hasta un millón de prendas de vestir a Estados Unidos. La falta de cooperación de Bolivia hacia la lucha contra el narcotráfico, cuya expresión más fuerte se materializó en la expulsión de la DEA y del embajador norteamericano, motivó la suspensión de esas ventajas y por ende, la extinción del principal mercado para los textiles y muchas otras manufacturas que habían conseguido excelente aceptación en la plaza más difícil del mundo.

El Gobierno boliviano minimizó el impacto de la suspensión de las preferencias arancelarias norteamericanas y anunció inmediatamente la puesta en marcha de convenios con Venezuela, Argentina y Brasil para reemplazar el espacio perdido. Al cabo de cuatro años ninguno de los ensayos que hicieron las autoridades dieron frutos y según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, entre los tres países no alcanzan ni siquiera al diez por ciento de los textiles bolivianos que importaba Estados Unidos. El proteccionismo, la burocracia y la falta de voluntad han sido mucho más fuertes que el compadrerío político que siempre termina perjudicando a Bolivia.

Con la crisis de Ametex, el buque insignia del rubro, toda la industria textil boliviana, compuesta sobre todo por pequeños y medianos productores, podría verse afectada. Fiel a sus fórmulas equivocadas, el Gobierno ha ofrecido hacerse cargo del bulto, aprovechando la capacidad instalada y los recursos humanos para poner en marcha el proyecto Enatex, que viene a ser como el Papelbol de los textiles. En el mejor de los casos se podría llegar a repetir la historia de Huanuni, es decir, absorber una gran cantidad de supernumerarios con la misma producción, pero el principal problema sigue siendo la ausencia de los mercados, que no han sido creados ni estimulados y más bien han sido ahuyentados por las políticas públicas.

Para colmo de males, la industria textil boliviana es una de las más afectadas por la debilidad estatal que no se atreve a aplicar un decreto que prohíbe la importación y el comercio de la ropa usada y por otro lado, no tiene la autoridad para conseguir mejores resultados en la lucha contra los contrabandistas, que gozan de la protección de las comunidades y organizaciones que configuran el cuadro del poder dominante.

El Gobierno se entusiasma con la quinua porque los productores han logrado exportar 34 millones de dólares, pero pierde de vista que una sola empresa, la misma que hoy está en la cuerda floja, vendió el triple de esa cantidad, con la ventaja de que se trata de un producto con mayor valor agregado. Hace poco el Gobierno sacó la conclusión de que los privados no saben hacer empresa y que el Estado es la única salida. ¿Lo dirá de nuevo?

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