miércoles, 20 de junio de 2012
Hijos y entenados
Han pasado 60 años desde que Bolivia nacionalizó las minas. Varias
revoluciones (algunas reales y otras imaginarias), dictaduras, gobiernos
izquierdistas y “neoliberales” (otra imaginación). Lo que no ha sido
invento es la sangre derramada en todas esas luchas por conquistar el
metal del diablo y todos los pulmones que han dejado niños, hombres y
mujeres en los socavones. Toda una tradición de lucha para sacar a los
temibles barones del estaño que reinaron en este país durante tanto
tiempo. Y es que “la historia de la minería es la historia misma de
Bolivia”, dice un reciente comentario de Ernesto Murillo en un diario de
La Paz, quien afirma que poco y nada ha cambiado pese a tantos vaivenes
políticos y promesas. El reportaje dice que en la actualidad solo tres
empresas transnacionales controlan más del 50 por ciento de la
producción y exportación de minerales. Lo más llamativo es el aporte que
realiza esta actividad al país. El año pasado, las exportaciones
mineras alcanzaron 3.400 millones de dólares, cifra por la que apenas
pagaron 437 millones al erario público y por concepto de regalías, es
decir un 13 por ciento. En este rubro, no se cumple la premisa
socialista de tener “socios y no patrones”. Habría que cambiar este
eslogan por el de “hijos y entenados”. Concuerda mejor con la manera de
administrar el país.
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