¿Qué ha ocurrido con el Tipnis que no haya sucedido antes en Bolivia? Si cada vez que un pueblo, especialmente del oriente boliviano, le exigió al andinocentrismo gobernante el respeto a sus derechos, la respuesta fue palo, persecución, invasión armada y liquidación de los líderes regionales que encabezaron las demandas. ¿Quién mató a Andrés Ibáñez? ¿Quién mandó a ejecutar el oprobio en Santa Cruz cuando los líderes de las luchas cívicas demandaban el pago del 11 por ciento de las regalías petroleras? Lo de Yucumo, lamentablemente, es otro episodio más de la tragedia de este país hecho a la medida de una élite andina, que Evo Morales pretende reducir todavía más, con su proyecto de aymarización de Bolivia.
La paliza de Yucumo ya se dio en Terebinto en los años '50. Lo que quieren hacer ahora con el parque Isiboro-Sécure ya lo hicieron con Camiri, donde el centralismo no dejó ni una gota de petróleo para que los habitantes del Chaco puedan por lo menos tener agua y luz o una carretera decente que los vincule con el resto del país. Paradójicamente los servicios básicos llegaron a la zona cuando los hidrocarburos ya se habían agotado.
Ayer fueron la minería y el petróleo los pretextos de las élites gobernantes para esquilmar el territorio nacional a favor de unos pequeños grupos que han dirigido este país desde que los españoles se fueron de este territorio. ¿Qué les ha quedado a los potosinos además de un cerro perforado hasta ponerlo al borde del derrumbe? En todos los centros mineros abunda la pobreza y ni siquiera en todo este tiempo de precios inmejorables han podido librarse del saqueo centralista. La prueba es que Potosí ha sido uno de los primeros desencantados con el “proceso de cambio”.
Hoy, la gran excusa para arremeter contra el territorio de los indígenas y destruir una inmensa reserva natural es la coca, la razón de ser de un régimen que no parece medir las consecuencias de la fijación que tiene con un producto que le ha devuelto a Bolivia peligroso estigma que pone en peligro el futuro de la democracia y de la viabilidad del país. No es exagerado afirmar que los marchistas del Tipnis son una expresión de la conciencia nacional que nos ayuda a despertar de las alucinaciones masistas que nos han estado llevando a la destrucción por la vía de la ilegalidad y el narcotráfico. La marcha indígena es un acto de que nos puede llevar al rencuentro de los bolivianos con nuestros valores y con la urgente necesidad de una reconciliación luego de varios años de sistemática instigación al enfrentamiento entre compatriotas.
Lo más importante, sin embargo, es que los marchistas del Tipnis nos han ayudado a todos a desnudar a un proceso político que no es más que una grotesca continuidad de la misma visión fracasada que a lo largo de 186 años ha conducido a este país al fracaso y la inviabilidad. El centralismo paceño ha vuelto a estrellarse contra los que siempre han estado excluidos del esquema altoperuano y lo han hecho con la misma cobardía y abuso de siempre, porque resulta obvio que la demanda que surge desde el corazón del parque Isiboro Sécure, constituye una amenaza para la supervivencia de esa élite gobernante. Así reaccionaron cuando en Santa Cruz cobró impulso la demanda autonómica y no han descansado hasta aplacarla, usando métodos propios del terrorismo de Estado. Lo del Tipnis es también La Calancha, es Cochabamba, es el hotel Las Américas, El Porvenir, aunque por primera vez, las fechorías del régimen han causado un repudio nacional que lo desestabiliza.
La paliza de Yucumo ya se dio en Terebinto en los años '50. Lo que quieren hacer ahora con el parque Isiboro-Sécure ya lo hicieron con Camiri, donde el centralismo no dejó ni una gota de petróleo para que los habitantes del Chaco puedan por lo menos tener agua y luz o una carretera decente que los vincule con el resto del país. Paradójicamente los servicios básicos llegaron a la zona cuando los hidrocarburos ya se habían agotado.
Ayer fueron la minería y el petróleo los pretextos de las élites gobernantes para esquilmar el territorio nacional a favor de unos pequeños grupos que han dirigido este país desde que los españoles se fueron de este territorio. ¿Qué les ha quedado a los potosinos además de un cerro perforado hasta ponerlo al borde del derrumbe? En todos los centros mineros abunda la pobreza y ni siquiera en todo este tiempo de precios inmejorables han podido librarse del saqueo centralista. La prueba es que Potosí ha sido uno de los primeros desencantados con el “proceso de cambio”.
Hoy, la gran excusa para arremeter contra el territorio de los indígenas y destruir una inmensa reserva natural es la coca, la razón de ser de un régimen que no parece medir las consecuencias de la fijación que tiene con un producto que le ha devuelto a Bolivia peligroso estigma que pone en peligro el futuro de la democracia y de la viabilidad del país. No es exagerado afirmar que los marchistas del Tipnis son una expresión de la conciencia nacional que nos ayuda a despertar de las alucinaciones masistas que nos han estado llevando a la destrucción por la vía de la ilegalidad y el narcotráfico. La marcha indígena es un acto de que nos puede llevar al rencuentro de los bolivianos con nuestros valores y con la urgente necesidad de una reconciliación luego de varios años de sistemática instigación al enfrentamiento entre compatriotas.
Lo más importante, sin embargo, es que los marchistas del Tipnis nos han ayudado a todos a desnudar a un proceso político que no es más que una grotesca continuidad de la misma visión fracasada que a lo largo de 186 años ha conducido a este país al fracaso y la inviabilidad. El centralismo paceño ha vuelto a estrellarse contra los que siempre han estado excluidos del esquema altoperuano y lo han hecho con la misma cobardía y abuso de siempre, porque resulta obvio que la demanda que surge desde el corazón del parque Isiboro Sécure, constituye una amenaza para la supervivencia de esa élite gobernante. Así reaccionaron cuando en Santa Cruz cobró impulso la demanda autonómica y no han descansado hasta aplacarla, usando métodos propios del terrorismo de Estado. Lo del Tipnis es también La Calancha, es Cochabamba, es el hotel Las Américas, El Porvenir, aunque por primera vez, las fechorías del régimen han causado un repudio nacional que lo desestabiliza.
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