Ocho años después de aquellos fatídicos sucesos que dieron cuenta de la presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada, Evo Morales, uno de los artífices de las revueltas, también tuvo su “Octubre Negro”. Ocurrió sin muertes, sin violencia, sin gases y sin bloqueos. Ha sucedido con el mejor instrumento que la democracia ha podido inventar en todos estos siglos. Con la misma herramienta que utilizó el jefazo para acceder al poder y ratificarse en varias ocasiones: el voto. Este octubre negro es diferente no solo por ese factor. Al presidente Morales nadie le ha dicho que se vaya como lo hicieron en el 2003 con Goni, cuando tuvo que escapar a bordo de un helicóptero porque de lo contrario lo hubieran asesinado. A Evo Morales, la gente le ha dicho que puede quedarse hasta el 2014, hasta que finalice su mandato. También le ha manifestado que tiene que cambiar el rumbo de su Gobierno; a la gente no le gusta la imposición ni la dictadura. Es posible que el presidente actual responda con la misma soberbia que lo hizo Sánchez de Lozada en el 2003. Ahí las cosas pueden cambiar, mejor dicho…pueden tomar una ruta paralela.
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