Pese a que ninguno de los líderes cruceños, o de los que al menos ostentan ese título, fue capaz siquiera de sumarse a las campañas que han estado promoviendo la defensa de la Justicia, que en otras palabras, significa salvar el último reducto que le queda a la democracia e impedir la consolidación de una dictadura, la ciudadanía cruceña ha sido otra vez la más clara y la de mayor convicción a la hora de expresarse en las urnas el pasado domingo.
La cantidad de votos nulos en Santa Cruz ha sido la mayor del país. Ha sido el único lugar donde estos sufragios consiguieron la mayoría absoluta y que sumados a los votos blancos alcanzan casi el 75 por ciento, un poco menos que aquel 83 por ciento que se expresó por las autonomías, esas que nadie supo cuidar y proteger y menos hacerlas avanzar.
Eso explica todo el odio y el resentimiento que el régimen de Evo Morales ha derramado sobre esta tierra en los últimos seis años; toda la saña con la que ha perseguido a sus líderes; todo el tiempo y los recursos que ha invertido para dividir a la gente, para amedrentarla y exigirle una fidelidad que no se da porque en Santa Cruz sigue palpitando el más genuino espíritu democrático que se expresa en su diversidad y multiculturalidad.
Los resultados del domingo son una bofetada, no solo para el Gobierno, que seguramente está dispuesto a continuar ajustando las clavijas, sino también para las élites cruceñas que creyeron que su genuflexión provocaría un efecto por imitación en el resto de la ciudadanía. Para la población, sin lugar a dudas y para los diferentes sectores, es la señal más clara de que Santa Cruz necesita levantar nuevamente la cabeza, despertar de la modorra y pensar más que nada en las nuevas formas, las nuevas estructuras y, por supuesto, en los nuevos hombres y mujeres que estén a la altura de ese 75 por ciento que ha sido una manifestación de coraje y determinación.
Y si miramos a los números del resto del país, otra vez surgen Tarija, Chuquisaca, Pando y Beni, mostrando el mismo rechazo a la impostura, aunque esta vez surgen también La Paz y Potosí con una contundencia nunca sospechadas por los aspirantes a dictadores. Esto configura una Bolivia que comienza a recobrar su vocación democrática luego de un periodo de letargo causado por las promesas de un cambio que nunca se asomó por el horizonte nacional.
De la misma forma que el conflicto por el Tipnis ha sido un gran catalizador del encuentro entre bolivianos que tanta falta nos hace, los resultados del domingo pueden servirle a Santa Cruz y al país para recobrar las fuerzas que nos ayuden a retomar los esfuerzos de construcción de la democracia, un camino que empezó en 1978 con muchos recodos y pedregales. Está claro que el régimen actual seguirá persistiendo en su afán de aniquilar el sistema democrático, aunque ahora todos debemos estar convencidos de quién será el vencedor final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario