Resulta cómico que el presidente Morales declare cumplida la “Agenda de Octubre” dos semanas después de haberle propinado la peor pateadura a los indígenas del oriente boliviano y después de seguir insistiendo en burlarse de ellos con leyes inconstitucionales que pretenden abrir el camino para dejarlos en la cochina carretera.
La “Agenda de Octubre” tenía como premisa principal la inclusión social y en segundo lugar, redactar una nueva Constitución Política del Estado que incorpore a los pueblos indígenas y a otros sectores en la vida del país. Precisamente fueron los mismos originarios que hoy marchan hacia La Paz los que abrieron la ruta de la Constituyente y los que consiguieron que se incluya en el texto el respeto pleno a sus territorios, que por cierto, ya había sido reconocido por los “gobiernos neoliberales”.
Cómo es posible que se pretenda patear el tablero, marcar una nueva agenda, si no se ha cumplido ni uno solo de los puntos que debían marcar el proceso de cambio. Existe una nueva constitución, pero el primero en pisotearla es justamente el Gobierno; se hizo la nacionalización para conseguir que el gas sea para las bolivianos y se inicie la fase de la industrialización de los hidrocarburos, pero cada vez hay menos gas para nosotros, pues la mayor parte se la están llevando los brasileños, a quienes no se les puede fallar, aún a costa de dejar insatisfecho el mercado interno. ¿Industrialización? ¿producir tapas de garrafas y cartón? ¿qué pasó con la petroquímica, con la siderurgia, el litio? El único rubro industrial que ha adquirido competitividad en los últimos seis años ha sido el narcotráfico, pues cada día produce más, con instrumentos más modernos y en espacios más reducidos.
Acorralado por las protestas, por el malestar y por una credibilidad irrecuperable, el presidente manda a organizar una multitudinaria manifestación cuyo único fin podría ser el de levantarle el ánimo y satisfacer el histrionismo del caudillo. En ese contexto, el presidente no solo declara que el proceso de cambio ya se ha consolidado, sino que establece la necesidad de otra agenda. Es posible que el primer mandatario se esté refiriendo a las nuevas urgencias que han surgido después de más de un lustro de descuidar por completo la economía y los problemas sociales. A lo mejor en su agenda está luchar contra los apagones que han comenzado a generar pérdidas millonarias en las industrias de Cochabamba y Santa Cruz; tal vez buscar una solución a la crisis alimentaria que se ha generado a raíz de las restricciones impuestas por el Estado Plurinacional; sigue pendiente la refundación de YPFB, solo que ahora es necesario además, recuperar las inversiones y reactivar la producción de gas y de hidrocarburos líquidos que han disminuido hasta en un 35 por ciento. ¿Cuál es la nueva agenda? ¿el gasolinazo? ¿el narcotráfico? ¿autos chutos? ¿frenar o seguir estimulando la economía ilegal?
Desde el punto de vista social, es mucho lo que se habla, pero solo hay que revisar un poco los datos del presupuesto y cualquiera se puede dar cuenta que la plata no se ha destinado precisamente a derrotar a la pobreza, que en su parte estructural sigue intacta. El empleo, la educación, la salud, la marginalidad, la inseguridad continúan mostrando la misma realidad de siempre. Si son esos los temas que va a agendar por fin el Gobierno, bienvenido el cambio.
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