martes, 25 de octubre de 2011

Tozudez sin límites

 ¿Qué pasará después del Tipnis? Para el Gobierno éste ha sido un conflicto más e intentará por todos los medios sacudirse y volverse a levantar sin que ello implique variar el rumbo, como muchos sectores se lo han planteado para evitar un nuevo periodo de inestabilidad.

Pese a los fuertes remezones que este conflicto provocó en el régimen de Evo Morales, el oficialismo no ha cambiado de discurso y tampoco ha variado su postura soberbia, autosuficiente que lo caracterizado todos estos años. Si el presidente ha dado marcha atrás en su intención de partir en dos el parque Isiboro Sécure, ha sido a regañadientes y obligado por la inmensa presión nacional e internacional, pero que nadie asegure que ha sido por cumplir el famoso eslogan “gobernar obedeciendo al pueblo”.

Mientras llegaba la marcha a La Paz y el pueblo boliviano establecía un nuevo pacto nacional que debería ser la base para la supuesta nueva agenda del “proceso de cambio” (o para la que debió ser desde un principio), el régimen se mantenía con las mismas actitudes y acciones abusivas que ha estado cometiendo y que precisamente han generado en la población el malestar que se expresó el 16 de octubre en las elecciones judiciales y mediante el apoyo a los indígenas marchistas.

Como para que a nadie le queden dudas sobre la intención de seguir con el mismo rumbo que un grupo de aventureros le han marcado a este país, se reinstaló en Cochabamba la audiencia conclusiva del “caso terrorismo”, con las mismas manifestaciones de abuso y atropello a las leyes que han caracterizado a este insólito juicio, que anda recorriendo todo el país en busca de algún juez que se atreva a dictar sentencia sin contar con los más leves indicios de culpabilidad de 39 personas. El mensaje es claro: la crisis política y la derrota originada en el conflicto del Tipnis no significa el abandono de la instrumentalización de la justicia, la principal herramienta que usa este régimen para consolidar el “poder total” a través de la persecución política y la limitación de las garantías constitucionales.

Precisamente porque este proceso de destrucción de la democracia va camino a consolidarse, a pesar de toda la voluntad contraria que pueda expresar el pueblo, es que el régimen gobernante ha ignorado por completo el mensaje de las urnas del domingo 16 de octubre. En cierta forma, el conflicto del Tipnis le sirvió al oficialismo para disimular el fracaso electoral y poner en marcha un dudoso plan de escrutinio de la votación, que no le ha servido sin embargo, para recuperar la legitimidad que hoy está presente de manera muy firme en la conciencia de los bolivianos.

Para el presidente y el pequeño grupo que tiene en sus manos el poder republicano, éste no ha sido más que un tropiezo en el camino que se han trazado. Sus intenciones y sus métodos seguirán siendo los mismos, pues no existe otra manera de instaurar el esquema que figura en las mentes de los intelectuales que seguirán insistiendo hasta el final que la realidad se adecue a sus complejas teoría que, de hecho, han fracasado una y otra vez en muchas partes del mundo. Decíamos hace unos días que el Gobierno ha aguantado tres porrazos muy fuertes y no da señales de cambiar de horizonte. Debemos esperar entonces el siguiente remezón, porque con gente tan tozuda no hay otro destino.
 

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