El presidente Morales ha demostrado tener una lucidez pocas veces vista en una persona que dice ser socialista-leninista. Luego de apenas cinco años de nacionalización, ha advertido que las empresas públicas podrían volver a privatizarse si es que no mejora la gestión. Lo ha dicho horas después del encarcelamiento del tercer administrador consecutivo de la oficina distrital de Santa Cruz de YPFB, empresa que a nivel nacional ha cambiado ya más de media docena de presidentes, uno de los cuales se encuentra en el panóptico de San Pedro y otro con arresto domiciliario.
A los soviéticos les tomó más de 70 años llegar a la misma conclusión que acaba de sacar el primer mandatario. A los chinos otro tanto. Cuando cayó el muro de Berlín en 1989, la economía de la Unión Soviética estaba en ruinas, más o menos como está hoy la de Cuba. Las fábricas no tenían repuestos para las máquinas, las cosechas sumaban un desastre tras otro, mientras crecía el mercado negro de trigo y maíz apoyado por burócratas corruptos. Casi no quedaba petróleo y al hambre se le sumó el frío, las epidemias y la alta mortalidad. La delincuencia, la prostitución, el alcoholismo y el bandolerismo se apoderaron del país y más tarde fueron las mafias precisamente las que se adueñaron de Rusia y de otras exrepúblicas. Esos mismos sectores son los que siguen gobernando hasta hoy.
¿Y qué fue lo que pasó en la ex Unión Soviética? Lo mismo que está ocurriendo en Bolivia en la actualidad, donde se construye una fábrica de cartón donde no hay árboles; se planifica una carretera sin visión productiva; se instala un proyecto siderúrgico sin contar con energía; se anuncia el hallazgo de grandes reservas de hidrocarburos sin haber perforado ni un solo pozo; se prohíbe exportar; se atenta contra la propiedad privada; en una empresa donde debería haber 400 trabajadores hay cuatro veces más obreros (como en Huanuni) y se produce lo mismo que antes; se controlan los precios y se dejan las empresas "estratégicas" en manos de ineptos cuya única virtud es pertenecer al partido.
El presidente le teme a lo que vayan a decir los opositores, "que la administración estatal es mala y que se debe volver a privatizar". No hace falta que lo repita nadie, pues lo dice la historia, no solo la de cientos de países que lo han comprobado una y otra vez, sino también la historia de Bolivia, donde se han producido tres nacionalizaciones con resultados desastrosos, aunque el proceso actual está en camino de ser el peor de todos, de ahí la advertencia del propio presidente.
El presidente no debería criticar tanto, ya que él es parte del problema. Si hubiera sido su plata, seguramente no se hubiese inclinado por un avión tan caro como el que se hizo comprar con el dinero de todos los bolivianos. Por lo menos hubiera cotizado, buscado otras opciones y habría pedido rebaja, como hace cualquiera que busca preservar sus intereses, que en definitiva corresponden al ámbito de la lógica y la racionalidad. Pero el socialismo, el estatismo, el comunitarismo o como se llame, no tienen ni lógica ni razón. Cuando las cosas son de todos y son de nadie a la vez, cuando no tienen dueño, no importan los costos ni los precios, menos la productividad y la competitividad.
Por eso no deja de ser una buena noticia que el presidente se dé cuenta de esta realidad, ya que finalmente él es un productor de coca privado y tanto él como sus compañeros del Chapare saben muy bien de mercados, comercio y oportunidades.
A los soviéticos les tomó más de 70 años llegar a la misma conclusión que acaba de sacar el primer mandatario. A los chinos otro tanto. Cuando cayó el muro de Berlín en 1989, la economía de la Unión Soviética estaba en ruinas, más o menos como está hoy la de Cuba. Las fábricas no tenían repuestos para las máquinas, las cosechas sumaban un desastre tras otro, mientras crecía el mercado negro de trigo y maíz apoyado por burócratas corruptos. Casi no quedaba petróleo y al hambre se le sumó el frío, las epidemias y la alta mortalidad. La delincuencia, la prostitución, el alcoholismo y el bandolerismo se apoderaron del país y más tarde fueron las mafias precisamente las que se adueñaron de Rusia y de otras exrepúblicas. Esos mismos sectores son los que siguen gobernando hasta hoy.
¿Y qué fue lo que pasó en la ex Unión Soviética? Lo mismo que está ocurriendo en Bolivia en la actualidad, donde se construye una fábrica de cartón donde no hay árboles; se planifica una carretera sin visión productiva; se instala un proyecto siderúrgico sin contar con energía; se anuncia el hallazgo de grandes reservas de hidrocarburos sin haber perforado ni un solo pozo; se prohíbe exportar; se atenta contra la propiedad privada; en una empresa donde debería haber 400 trabajadores hay cuatro veces más obreros (como en Huanuni) y se produce lo mismo que antes; se controlan los precios y se dejan las empresas "estratégicas" en manos de ineptos cuya única virtud es pertenecer al partido.
El presidente le teme a lo que vayan a decir los opositores, "que la administración estatal es mala y que se debe volver a privatizar". No hace falta que lo repita nadie, pues lo dice la historia, no solo la de cientos de países que lo han comprobado una y otra vez, sino también la historia de Bolivia, donde se han producido tres nacionalizaciones con resultados desastrosos, aunque el proceso actual está en camino de ser el peor de todos, de ahí la advertencia del propio presidente.
El presidente no debería criticar tanto, ya que él es parte del problema. Si hubiera sido su plata, seguramente no se hubiese inclinado por un avión tan caro como el que se hizo comprar con el dinero de todos los bolivianos. Por lo menos hubiera cotizado, buscado otras opciones y habría pedido rebaja, como hace cualquiera que busca preservar sus intereses, que en definitiva corresponden al ámbito de la lógica y la racionalidad. Pero el socialismo, el estatismo, el comunitarismo o como se llame, no tienen ni lógica ni razón. Cuando las cosas son de todos y son de nadie a la vez, cuando no tienen dueño, no importan los costos ni los precios, menos la productividad y la competitividad.
Por eso no deja de ser una buena noticia que el presidente se dé cuenta de esta realidad, ya que finalmente él es un productor de coca privado y tanto él como sus compañeros del Chapare saben muy bien de mercados, comercio y oportunidades.
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