El presidente Morales ha cambiado de cantaleta en las cumbres a las que asiste. Ya no habla de indios ciegos y mancos, sino de la quinua. Recientemente abordó el tema en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Paraguay. Dijo que desde la época colonial la quinua era un cultivo prohibido por las clases dominantes y que los gobiernos neoliberales no apoyaban la siembra de este cereal nativo de los andes porque lo consideraban un alimento de indios. Si fuera cierto aquello, los indígenas bolivianos deberían ser los mejores alimentados del país, los más altos, los más sanos y fuertes. Con tanta quinua exclusivamente para ellos, los niños indígenas no sufrirían desnutrición ni problemas de crecimiento y menos complicaciones en el aprendizaje derivadas de los déficits alimenticios. La verdad es que la producción de la quinua siempre ha sido deficitaria en Bolivia, porque la mayor parte de exporta a Alemania, Estados Unidos o Japón. Y en verdad, si no hubiera en este momento tantos campesinos dedicados a otros rubros tan rentables como la coca y sus derivados, la quinua sería la mejor opción. El presidente Morales tiene la opción de cambiar la historia. Que deje un poco la retórica y convenza a sus compañeros del Chapare a sustituir coca por quinua.
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