El Municipio de Santa Cruz lleva más de 20 años haciendo experimentos
con el aseo urbano y los resultados han sido tan nefastos como
costosos para los contribuyentes. Precisamente, hace dos décadas, un
estudio realizado por la cooperación japonesa, anticipó la explosión
demográfica y urbanística que se venía en la ciudad y en
consecuencia, diseñó un complejo proyecto para atender el problema del
saneamiento, que incluyó la dotación de equipos, la capacitación de
recursos humanos y la construcción del vertedero de Normandía, tal vez
lo único que ha quedado de ese excelente intento por diseñar una
solución de largo plazo.
Al poco tiempo no quedó nada del programa japonés, resistentes
camiones Toyota quedaron reducidos a chatarra y la ciudad, en las
mismas condiciones de siempre. Desde aquella vez, por lo menos media
docena de intentos se han realizado, siempre en el contexto de la
improvisación, los negociados y las situaciones de emergencia, como
sucede hoy, con un nuevo operador que salió de la galera, sin que ello
signifique desconocer los antecedentes de la compañía brasileña. De
todas formas, vale como indicador que justo el día del inicio de las
operaciones, los barredores no tenían uniformes para salir a las
calles y los camiones para transportar los residuos todavía estaban en
la Aduana. Empezar así no precisamente es una buena carta de
presentación.
La ciudad de Santa Cruz merece que sus autoridades comiencen a pensar
en serio en soluciones definitivas para un problema tan serio como el
de la limpieza. En otros campos, como los parques, la pavimentación,
el alumbrado, se han dado grandes avances. Es hora de poner el mismo
empeño en un asunto vital, que compromete la salud y el bienestar de
los habitantes.
El contrato con la empresa Solvi es temporal y muy pesado desde el
punto de vista financiero. El municipio ha anunciado que dentro de
siete meses volverá a licitar el servicio de aseo y es probable que
este periodo sea una prueba para que el mismo operador permanezca de
manera indefinida. Esa experiencia ya se dio en el pasado y los
resultados son bien conocidos. Esta media de emergencia no puede ser
adoptada como una maniobra para evadir el proceso de una licitación
transparente que nos llevar a recaer en un servicio caro y con las
mismas deficiencias del anterior.
La responsabilidad de la limpieza de la ciudad no es de una empresa
privada. Esta simplemente viene a ser un negocio en las mejores
condiciones posibles. La obligación principal sigue siendo de las
autoridades que han sido elegidas por los vecinos para administrar la
ciudad y hacerse cargo de los problemas. Es evidente que la alcaldía
cruceña no ha asumido su parte y por eso los resultados tan negativos.
El Municipio no sólo debe controlar al operador, vigilar que cumpla
con los vecinos, que respete el contrato, sino que debe coadyuvar con
campañas de educación ciudadana, de prevención, mirar más allá y
diseñar programas de reciclaje y reducción de residuos, establecer
pautas de convivencia, políticas de cuidado del medio ambiente, de
manera de buscar una convivencia armónica.
No es posible que nos acostumbremos a vivir en medio de un basural y
que consideremos “normal” tener esos mercados, esas avenidas y calles
sembradas de desperdicios. La ciudad tiene que cambiar, la mentalidad
de los vecinos tiene que evolucionar. Y eso no se consigue de un
plumazo, cambiando de operador de limpieza.
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