Desde hace seis años el Gobierno viene insistiendo que en muchas zonas del país hay “ausencia de Estado”. Hay territorios, como se sabe, que hace mucho ejercen el papel de “protectorados oficiales” del contrabando y hasta el propio vicepresidente admitió que había que tenerles paciencia, porque “no tienen otra cosa de qué vivir”, dijo un ministro. No hace falta meterse al monte o internarse entre las montañas recónditas para toparse con reductos del contrabando, el narcotráfico y los autos chutos como Desaguadero, Pisiga, San Matías, el Chapare, etc, etc. Habría que reconocer que los diagnósticos no hacen Estado y de tanto hablar tampoco se solucionan los problemas. Lo mismo se está diciendo hoy del Tipnis, donde según dice Álvaro García Linera, está infectado de narcos y piratas madereros. Ver el problema y no actuar puede ser cuando menos, señal de ineptitud y cuando mucho, complicidad. A no ser que se esté usando esa cantaleta, que no es nueva, para desacreditar a los indígenas de las tierras bajas que preparan la octava marcha en rechazo a la construcción de la carretera que partirá en dos el Parque Isiboro Sécure.
No hay comentarios:
Publicar un comentario