Ha resultado altamente disonante para la ciudadanía la imagen de los miembros del Alto Mando Militar de Bolivia con guirnaldas en el pecho, mientras hacían el saludo castrense ante la militancia del partido en funciones de Gobierno, durante el octavo congreso del MAS celebrado el fin de semana en Cochabamba.
La presencia de los militares en ese mitin partidario, ya sea por invitación, por voluntad propia y mucho peor, si ha sido bajo presión del Órgano Ejecutivo, viola de forma flagrante la Constitución Política del Estado y merece el rechazo de la población, no solo por la contravención a las normas vigentes, sino porque ese acto constituye una afrenta a los valores democráticos y a la memoria histórica del pueblo boliviano que todavía conserva el mal recuerdo de la intervención de los militares en la política.
Nadie debe confundirse. Algunos miembros del MAS han dicho que los integrantes de las Fuerzas Armadas tienen el derecho de participar en un evento partidario de esas características, abierto a diferentes sectores sociales. Es absurdo equiparar a una institución que se debe a la Constitución y cuyo objetivo fundamental es proteger la soberanía nacional, con un sindicato o un movimiento ideológico, cuyas preferencias e inclinaciones pueden ser efímeras, cambiantes y no siempre bien intencionadas. No cabe duda que los altos jefes castrenses han incurrido en un acto de irresponsabilidad sin precedentes al prestarse a semejante vejamen de una entidad que merece el respeto de todos.
Es inadmisible que el MAS incurra en un acto de incoherencia tan grande, luego de haberle concedido la máxima condecoración nacional a la luchadora de la democracia, Domitila Chungara, recientemente fallecida. El Gobierno actual, aunque le pese, es el fruto de un largo proceso de reconquista de la democracia que estuvo durante mucho tiempo encerrada en los cuarteles y su deber es protegerla de las amenazas que siempre suelen venir por el lado de quienes tienen siempre la idea latente de que la “mano dura” es la respuesta para el país. Aunque con algunos tropiezos, Bolivia está por cumplir 30 años de vigencia ininterrumpida del sistema democrático y resulta lamentable que alguien trate de tirar por la borda este logro tan importante.
Desde el punto de vista estratégico, el MAS también incurre en un error cuando busca fortalecer su proyecto político con un esquema militarista, receta que ya se empleó en Bolivia con nefastas consecuencias. El camino del Gobierno debe insistir necesariamente en la institucionalización del país, en el fortalecimiento de los patrones de conducta políticos y ciudadanos y en el trabajo arduo sobre los problemas estructurales del país, antes que en tejer alianzas con los cuarteles, que siempre han sido insuficientes para contener el malestar social que se incrementa día a día, precisamente porque el Gobierno no ha realizado la tarea que le compete en atender las demandas de las grandes mayorías.
La misión de las Fuerzas Armadas es una sola y debe seguir siendo la misma, aunque a los civiles nos tenga que tomar mucho esfuerzo y tiempo organizarnos para atender el bien común. Es muy riesgoso sacar a los militares de los cuarteles ya sea para seguridad ciudadana, para luchar contra el narcotráfico y peor aún, si es para levantar el puño y jurarle lealtad a un partido político. La historia dice que cuando los militares salen de sus cuarteles, luego no quieren retornar y lamentablemente son muy conocidas las consecuencias que esto le ha acarreado a la humanidad.
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