La crisis política dentro del Gobierno Municipal de Santa Cruz no solo tiende a prolongarse, sino también a subir de tono y degradarse hasta límites bochornosos. El conflicto que mantiene enfrentados al alcalde Percy Fernández con seis miembros del Concejo de su propia agrupación ciudadana ha comenzado a transitar por extremos inverosímiles dentro de la política local y nacional. Compararlo con un espectáculo circense es muy poco para graficar lo que está sucediendo.
El Municipio de Santa Cruz es el más grande del país, el que más recursos maneja y por supuesto, es el que requiere mayor dinamismo para encarar una infinidad de obras y servicios que tienen años de retraso. La Alcaldía no puede darse el lujo de quedar paralizada por dos semanas por un incidente judicial de la presidente del Concejo, suspendida por un hecho de tintes novelescos.
Sería nefasto que la comuna cruceña ingrese en el mismo proceso de inestabilidad municipal que ha estado afectando a decenas de otros distritos, donde los conflictos políticos no solo han ocasionado violencia y muerte, sino que han entorpecido el desenvolvimiento de las políticas municipales que cobraron fuerza hace un par de décadas. La ciudadanía no tiene claro qué es lo que está sucediendo dentro de la Alcaldía y no solo se merece las explicaciones del caso, sino que es un insulto público tener que soportar la conducta infantil de autoridades que supuestamente han sido elegidas para administrar la ciudad, solucionar problemas serios como vialidad, saneamiento, salud y educación que siempre enfrentan déficits de atención. Los insultos, las llamadas a escondidas, las trampas y triquiñuelas que hemos estado contemplando azorados durante los últimos días quedan demás en una ciudad que dejó de ser pueblo hace mucho tiempo y que necesita de autoridades que estén a la altura de una metrópoli.
Lamentablemente, todos los factores están conspirando para que la Alcaldía sea hoy una “olla de grillos”. Al enfrentamiento entre el alcalde y los concejales que supuestamente son oficialistas, se suma la suspensión de la presidente, quien ha movilizado a su militancia hasta el Concejo para tratar de cambiar algo que, al parecer, no está en las manos del Municipio, ni del Ejecutivo y tampoco del Órgano deliberante. Justo ahí aparece el papel disociador del MAS que no hace más que echarle leña al fuego. En medio de todo, aparecen graves denuncias de corrupción, de nepotismo y otros hechos irregulares que es necesario aclarar cuanto antes.
De los pies a la cabeza, el municipio necesita ponerse en sintonía con los desafíos que debe encarar. La politiquería, el clientelismo y otros males de la administración pública son aspectos que hay que desterrar, porque son precisamente los que han deteriorado el avance de la democracia en Bolivia y han conspirado contra la prosperidad de muchas generaciones. Con todos los recursos financieros y humanos que tiene a disposición, con el clima social que es de los más favorables del país, el municipio cruceño está llamado a ser modelo de gestión, pero antes que eso, hay que dar un paso adelante en el fortalecimiento de liderazgos orientados hacia el bien común y la modernización de la ciudad.
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