Rodríguez Zapatero actuó como un perfecto socialista. En en el 2004 recibió un país nadando en la bonanza económica, con sus empresas codeándose con los grandes del capitalismo mundial y desparramando inversiones por todo el planeta. España había pasado al primer mundo. Su altísimo nivel de vida atrajo a millones de inmigrantes de América Latina, África y Europa del Este. José María Aznar, el antecesor del líder que tuvo que anticipar las elecciones antes de que el país se venga abajo, había dejado un gobierno en orden y programa económico al que sólo había que darle continuidad, tal como lo hizo Lula Da Silva en Brasil, con el libreto que le dejó Fernando Henrique Cardoso, cuyas directrices se mantiene hasta ahora.
Desordenado y con aires revolucionarios, demagogo y plagado de dobleces ideológicos, Rodríguez Zapatero derrochó tiempo valioso en los “grandes temas” que suelen gustarle mucho a los socialistas: la unión de parejas del mismo sexo, la educación laicista y a generar encontrones con la Iglesia Católica. El Gobierno español fue uno de los grandes cómplices y promotores de las satrapías que han estado cometiendo los denominados líderes del Socialismo del Siglo XXI, con quienes el régimen peninsular aspiraba a conformar un solo bloque Iberoamericano que incluyera por supuesto a la Cuba castrista, con la que se comportó excesivamente complaciente.
La crisis económica europea, de la cual Rodríguez Zapatero es uno de los coautores, junto con esa elite de aventureros que ha estado gobernando en Grecia, Italia e Irlanda, le quedó demasiado grande. Sin haber dado la talla todavía, el gobernante socialista quiso montar en España todo el estado de bienestar que a los franceses, alemanes y británicos les ha costado décadas desarrollar y que aún así, los ha puesto en figurillas, obligándolos a dar pasos hacia atrás.
Para América Latina, cuyos nexos naturales y más sólidos son con España, ha sido particularmente negativa la última conducción gubernamental del PSOE. No hay duda que un Gobierno con mayor pragmatismo, seriedad y con las metas claras, será de mucho beneficio para conseguir un giro en las relaciones multilaterales.
En lo interno, se repite la historia de la política universal. Mientras que son los socialistas los encargados de dejar al país en medio de un reguero de desatinos y desorganización, tendrán que ser los liberales, en este caso los miembros del Partido Popular de la mano de Mariano Rajoy, los que deban poner las cosas en orden, cosa que no parece nada fácil para nadie. La población española está convencida de que el cambio de conducción podría salvarlos y una prueba de ello es el impresionante triunfo que le ha dado al candidato opositor, quien ha conseguido plenos poderes para conducir la activación de España con el fin de sacar al país del riesgo de la bancarrota.
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