Tanto el presidente Morales como el vicepresidente García creen que
los únicos que aspiran a tener dignidad son los bolivianos. Con esa
cantaleta tratan de convencer que la DEA no volverá a pisar el suelo
nacional. Estados Unidos está acostumbrado a recibir insultos y
acusaciones de todo tipo. Antiimperialistas como Evo Morales ha habido
siempre y no por eso las grandes potencias han dejado de relacionarse
con todo el mundo y, sobre todo, han descuidado la protección de sus
intereses. El Gobierno nacional quiere convencernos de que Washington
ha firmado un convenio con Bolivia para que lo sigan acusando e
insultando a cambio de nada. Pretende que todos nos traguemos esa
vieja pildorita de que los gringos son unos sonsos, que volverán con
la cola entre las piernas a escuchar todo lo que le digan Quintana,
García y toda su camarilla. La DEA tiene que volver al país. Al
presidente le conviene. Es mejor tenerlos a la vista, en persona, de
carne y hueso, a que los policías antidrogas norteamericanos sigan
actuando como fantasmas, disfrazados de chilenos, de panameños y de
brasileños. Un día, uno de esos fantasmas podría aparecerle al
presidente frente a sus ojos y seguramente le dirá: “querido Evo,
nunca nos fuimos”.
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