Un avispado columnista se preguntaba el otro día qué hubiera pasado si a Evo Morales le hubieran entregado al premio Nobel de la Paz hace unos años. Lo decía a raíz de las últimas “evadas” disparadas en una institución militar, donde dijo que los cuarteles son los refugios perfectos para los jóvenes que quieren huir de asuntos embarazosos. Tal vez, decía él, hoy tendríamos a un presidente algo más cuerdo y no un “gualaicho” como el que tenemos. Lo más probable, sin embargo, es que los miembros de la Academia Sueca hoy estuvieran rojos por la vergüenza ajena. “Gualaicho” es una palabra de origen aymara que se refiere a un muchacho travieso, pillo y malcriado, falto de buena educación, descortés e incivil. Se lo usa únicamente en Bolivia, mientras que el término “Guarango”, utilizado también en Argentina, Paraguay y Uruguay, se refiere a una persona grosera e incivil, desmañada y sin gracia. Las mujeres también tomaron la palabra en los últimos días para referirse al insólito comentario presidencial que se suma a la larga lista de disparates machistas y andróginos del jefazo: “es un acomplejado”, dijo una de ellas.
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