Ocho mil autos. Si todos fueran colocados en una misma línea sumarían
alrededor de 30 kilómetros. Ese es el tamaño de la verguenza que
deberíamos sentir los bolivianos y especialmentes los gobernantes de
este país, por la imbecilidad que significó el haber legalizado el
contrabando de autos, que se convirtió también en el blanqueo de los
autos robados en los países vecinos. Ese es el número de vehículos
malhabidos que ha identificado la Aduana Nacional y que todavía se
encuentran en el territorio nacional. Brasil ha enviado ya varias
notas de reclamo y la última no ha sido muy cordial, pues según el
embajador brasileño en La Paz, Marcel Brito, su país todavía no ha
recibido respuesta sobre cuándo, cómo y dónde serán devueltos esos
automóviles. Las quejas también se han hecho escuchar en Chile,
Argentina y Perú, lo que confirma que Bolivia se ha convertido en el
centro del robo de autos, más o menos lo que pretendía hacer con el
gas natural. Queda por ver si los ladrones de esos coches deciden
agruparse en algún sindicato, salir a protestar y bloquear caminos
para impedir (por razones sociales) que les quiten su botín,
argumentando soberanía nacional.
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