Los brasileños tienen mil y una formas de seducir. Sus playas, sus garotas, el fútbol, la música, el carnaval, tantas cosas. Los bolivianos, especialmente los miembros del Gobierno de Evo Morales, acabamos de descubrir una nueva y parece ser la más intensa de todas, la más persuasiva. Los brasileños han estado exigiéndole al régimen del MAS que haga algo con el narcotráfico. Se quejan porque la cocaína que se produce en nuestro territorio los está inundando como nunca. La droga viene acompañada de mafias peligrosas que tienen cercadas a ciudades como Río de Janeiro y San Pablo. La droga también es tráfico de armas y contrabando de autos robados. Desde hace mucho, el Estado Plurinacional se hace el desentendido con este grave problema. El Gobierno hace algunos ademanes, aparece para la fotito, pero luego vuelve a las cuevas del “olañetismo” que está comenzando a caer pesado en Itamaraty. Hace meses que Brasil viene insistiendo para que Bolivia firme un acuerdo antidrogas tripartito que incluye a Estados Unidos. Luego de tantas vueltas y evasivas bolivianas, el régimen de Dilma Rousseff resolvió tomar el toro por las astas y ha enviado más de 6.500 soldados, varios barcos y casi 57 aviones para controlar las fronteras con Bolivia, Paraguay y Perú. “A ver si así entienden”, ha sido el seductor mensaje.
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