Lo que no logró mediante la imposición, el Gobierno ahora lo trata de conseguir a través del chantaje. Y es por medio del concepto de “intangibilidad” que el régimen de Evo Morales intenta doblarles el brazo a los indígenas del TIPNIS para salirse con la suya.
El presidente Morales no ha parado de desprestigiar a los indígenas que marcharon durante 66 días para defender el parque Isiboro-Sécure de los intentos del Gobierno de construir una carretera diseñada para acabar con esa inmensa reserva natural, hábitat de cuatro pueblos originarios. Pese a que la protesta de los nativos, una proverbial demostración democrática y de dignidad, se constituyó en la peor derrota política que ha sufrido el régimen del MAS, el primer mandatario insiste en la impostura, en la violación de la constitución y lo que es peor, en arremeter contra comunidades débiles, simplemente para favorecer a su grupo sindical, a quienes pretende dotarles de una formidable frontera para expandir los cultivos de coca.
La “intangibilidad” es el caballo de Troya que ya está usando el Gobierno para conseguir el sometimiento que no se pudo obtener ni siquiera con el palo, los gases y la humillación. El viceministerio de Medio Ambiente, cuya misión debería ser la defensa del ecosistema amenazado seriamente por actividades altamente depredadoras como los cultivos de coca y el narcotráfico, razón de ser la carretera que tanto defiende régimen, se ha convertido en el instrumento de chantaje hacia los indígenas. Esta cartera acaba de suspender todas las licencias ambientales que permitían las actividades turísticas y la explotación racional de la madera en el parque Isiboro-Sécure.
La idea es tener un cerco sobre los pueblos originarios, prohibir cualquier tipo de actividad en el TIPNIS, incluso las que tienen que ver con la supervivencia de las familias que habitan el territorio natural, para ponerlos en la encrucijada de morir de inanición o ceder ante la imposición del Gobierno, que no parece dispuesto a ceder ante la necesidad estratégica de los cocaleros de ampliar sus áreas de cultivo. El régimen no escatima esfuerzos y ha amenazado incluso con la militarización de la reserva. No hay duda que se trata de una patraña que busca consolidar un proyecto malsano sobre el parque.
La demanda de los indígenas del TIPNIS ha sido providencial para el país. Fue el que desenmascaró las falsas posturas indigenistas; nos ha ayudado a todos a ver hasta dónde es capaz de llegar la industria del narcotráfico, que desde hace mucho pertenece a grupos extranjeros, que sin duda alguna están incidiendo de manera decisiva en las políticas gubernamentales; la marcha indígena nos ayudó a descubrir a un país que no está de acuerdo con los enfrentamientos y la división que promueve el Gobierno; ha sido la manera de desenmascarar el falso discurso ecologista; ha sido el modo de mostrar al oficialismo, dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos, de espaldas a la constitución y dirigido a beneficiar a un pequeño grupo vinculado a intereses ilegales.
El pueblo boliviano ya se ha manifestado claramente sobre el TIPNIS. Ha sido una expresión gigantesca de genuina conciencia nacional en contra de ambiciones gansteriles que presionan al Gobierno. No se entiende cómo, un régimen que dice escuchar y obedecer al pueblo, trata de manera tan tozuda, de remar contra la corriente. Eso no lo ha conseguido nadie en Bolivia.
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